sábado, 29 de noviembre de 2014

LAS PULSACIONES EN EL ENTRENAMIENTO


Las pulsaciones a las que late nuestro corazón es una medida bastante fiable acerca del ritmo al que nos estamos entrenando. Es un método de medición sencillo y muy extendido.
Cuando realizamos una actividad física, nuestros músculos demandan oxígeno para ser utilizado como combustible. Producen desechos de esa combustión y todo ese material debe ser suministrado y eliminado a través de la sangre. De todo esto se encarga el corazón.

Cuanta mayor es la intensidad mayor debe ser la cantidad de sangre que fluye hacia los músculos. De esta manera, nuestro corazón aumenta el número de latidos por minuto (frecuencia cardíaca) para satisfacer toda esta demanda.

La teoría dice que si demandamos energía, nuestro corazón aumenta su velocidad y satisface esa demanda. Sin embargo, en la práctica esto no es así de sencillo. No somos máquinas y por lo tanto, la capacidad de funcionar a unos límites es finita, es decir nos cansamos y debemos detenernos porque nos quedamos sin combustible.
Cuando somos principiantes, nuestro sistema circulatorio es poco eficiente. No estamos acostumbrados a grandes esfuerzos, por lo tanto, nuestros pulmones, toman poco oxígeno y nuestro corazón es pequeño.

Con la práctica deportiva, vamos ganando en eficiencia, nuestros pulmones son capaces de absorber cada vez más oxígeno y nuestro corazón se hace más grande y fuerte.

Cuando comenzamos a practicar deporte, cualquier esfuerzo prolongado hace que nuestra frecuencia cardíaca alcance niveles altos y nuestra respiración también se acelera. Es algo normal y a todos nos ha ocurrido. Tenemos poca resistencia porque no podemos satisfacer las demandas de nuestros músculos.

Es decir, cuando somos principiantes vamos casi siempre al límite y cualquier esfuerzo extra nos hace detenernos porque necesitaremos descansar. Nuestras pulsaciones serán muy altas a poco que nos excedamos un poco.

Por lo tanto, el entrenamiento que todo deportista debe realizar al principio está encaminado a mejorar su eficiencia energética. Esto se consigue realizando entrenamientos a ritmo suave y de larga duración. Una persona que comienza no es capaz de aguantar mucho tiempo ejercitándose a una elevada intensidad.
Con el paso del tiempo, nos hacemos más eficientes. Nuestro corazón ha crecido, se ha hecho más fuerte. Somos capaces de hacer esfuerzos con un pequeño aumento de nuestras pulsaciones y somos capaces de aguantar más tiempo ejercitándonos a pulsaciones elevadas.

A grandes rasgos son las principales diferencias entre un deportista principiante y uno intermedio o avanzado. Su capacidad para aguantar esfuerzos prolongados y de larga duración. Es capaz de aumentar sus pulsaciones ante un esfuerzo grande y volver a un ritmo menor sin que para ello tengamos que detener el entrenamiento.

Un deportista es más eficiente que una persona sedentaria. Es capaz de realizar esfuerzos mayores con un menor gasto energético. Se recupera mucho mejor de un esfuerzo elevado o es capaz de alternar esfuerzos medios y elevados durante espacios de tiempo prolongado.

Por eso, cuando ya tenemos cierta forma física, podemos comenzar a entrenar a diferentes intensidades pues nuestro cuerpo las podrá asimilar. Antes incluso podría ser perjudicial.

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