sábado, 9 de febrero de 2019

CUANDO EL DEPORTE BASE PIERDE SU SENTIDO EDUCATIVO Y SOLO VALEN LAS MEDALLAS

Cada niño/a ¿es un campeón en potencia?
Necesitamos cambiar de paradigma. No se puede hablar ya de una iniciación deportiva
fundamentada en la búsqueda del éxito final, sino de la ayuda al desarrollo personal. No debe organizarse el deporte escolar en función del punto de llegada (potencial campeón) sino del punto de a...rranque (capacidades personales); así lo define Parlebas (1976): “La perspectiva en la que se orienta la actividad física sitúa al niño en el centro de la educación. Interesa menos el ejercicio y más al que se ejercita.
Ya no preocupa tanto el modelar al niño sino dotarle de una gran disponibilidad motriz que le permita adaptarse mejor”.
Aceptar esto es aceptar las desigualdades existentes entre los niños/as, es decir, aceptar lo diferencial. No se trata de creer que todos los niños/as son igualmente aptos en ese momento, o potencialmente para el futuro, sino considerar que en esta etapa una superioridad de aptitudes no tiene más valor que una diferencia de peso, de talla o de color de ojos.

UN DEPORTE PARA “BUENOS” Y “MENOS BUENOS”
El deporte en edad escolar debe ser un auténtico deporte para todos los escolares. Esto significa que todos y cada uno de los escolares puedan acceder, cualquiera que sea su condición física, a la práctica de actividades deportivas. Se trata de que puedan practicar aquellas que, dentro de la oferta de actividades existentes, sean de su interés, sin que su deseo se vea frustrado a priori por su capacidad física o por sus habilidades, sin discriminación alguna. ¡También a las actividades de competición! No puede pensarse que un proceso de iniciación deportiva sería
completa sí no se incluyera el aspecto competitivo; no sólo el intrínseco a la práctica de cualquier actividad deportiva, sino la propia competición reglada.
Por ejemplo, no puede entenderse que un escolar -y sus padres- se levanten tempranito el fin de semana, se vayan al sitio donde se celebra la competición, y que el "entrenador" de turno tenga al niño/a o joven sentadito en el "banquillo" la mayor parte del tiempo, simplemente por que no es del "equipo titular". Estos temas convendría que fueran regulados en las propias bases de la competición, "obliglando" a que se respete realmente que el deporte escolar sea algo para todos los escolares.
En particular, hay una realidad social incuestionable que es el deporte practicado con objetivos de rendimiento deportivo. También en el deporte escolar debe tener su sitio.
Estoy convencido que una práctica deportiva bien enfocada puede plantear objetivos de rendimiento sin que por ello deje de tener objetivos formativos y recreativos, y viceversa.
En cualquier caso no es aconsejable separar a los “buenos” de los “menos buenos”.
Pedagógicamente es perjudicial porque los primeros se suelen volver engreídos y entre los segundos, que aspiraban a estar entre los primeros, se producen grandes frustraciones.
Adaptar la práctica competitiva, para que todos se sientan protagonistas, y acorde a la edad de los participantes, para que la propia competición sea formativa.
Además la experiencia nos demuestra que el paso de un grupo al otro es muy frecuente,
sobre todo en edad escolar, donde el desarrollo biológico es determinante. Por lo tanto
abogo por unas prácticas comunes y de calidad y otras optativas para aquellos y aquellas que opten por el deporte con objetivos de rendimiento. Es decir, poniendo la diferencia en la intensidad y no en la calidad, con el propósito de que todos/as tengan las mismas oportunidades y la posibilidad de pasar de un hipotético grupo al otro.

LA COMPETICIÓN COMO MEDIO DE ENSEÑANZA DEPORTIVA

El actual modelo de competición en etapas de iniciación deportiva, en las distintas disciplinas no es acorde a las fases evolutivas de los practicantes.
Se ha copiado el modelo de los adultos para los niños, cuando unos no tienen nada que ver con los otros en los aspectos físicos y cognitivos y no están, hablando en términos madurativos, preparados para soportar unas cargas de trabajo ya sea físico como psicológico para la edad que tienen.
La competición debería ser un medio en el que los niños aprendan las reglas, la técnica y la táctica en un contexto sin presión y de forma lúdica y significativa.
Estamos creando adultos en miniaturas que repiten lo mismo que los mayores, y en la mayoría de los casos sin saber el por qué de las cosas.
A mi entender es el modelo idóneo de enseñanza deportiva competitiva, y fundamentado en las teorías del entrenamiento y de la
en el que los adultos demos los mecanismos para que éstos los puedan aprender y se afiance ese aprendizaje a través de las experiencias guiadas.
Durante los últimos años se ha discutido el valor real de la competición en el proceso deiniciación deportiva, al observarse comportamientos inadecuados o excesivamente competitivos (sólo vale ganar por encima de todas las cosas), por parte de deportistaa o de espectadores, que habitualmente son familiares de los propios participantes.
Sin embargo, la competición en sí misma no es negativa, sino su mala interpretación y aplicación en la enseñanza. Así, pese a que en la mayoría de casos no sucede, la competición siempre debe emplearse bajo un planteamiento eminentemente formativo. De esta manera, la competición debe considerarse como un acto pedagógico, un importante pilar del proceso de enseñanza y aprendizaje de nuestros jóvenes talentos .
Siguiendo esta línea, Sánchez Bañuelos reafirma la validez de la competición y de los juegos/deportes competitivos como un acto educativo: “el juego competitivo es un elemento educativo valioso no sólo por lo que puede tener de preparación hacia una posterior práctica deportiva, sino porque el binomio cooperación-competición se encuentra en la base de la vida misma y de la supervivencia del hombre como individuo y como especie”.
Además de subrayar el carácter educativo de la competición, es necesario también adaptar la competición a las características físicas, fisiológicas y psicológicas de los niños.Todas las observaciones e investigaciones realizadas muestran que los niños se divierten y aprenden más jugando con pocos jugadores en deportes de equipo y con reglas adaptadas. Siguiendo esta línea, es importante modificar el reglamento de las competiciones en la fase de iniciación deportiva.
Por último, para focalizar la atención de los niños en el desarrollo del juego y no en el producto final de la competición (ganar-empatar-perder), es importante establecer una, dos o tres metas concretas, relevantes y alcanzables. De esta manera, los deportistas mejoran sus habilidades y capacidades, dejando de lado el resultado de la competición y cambiando su criterio de éxito.
Hay diferentes perspectivas a la hora de definir y entender las iniciación deportiva que pueden variar en cuanto a la metodología utilizada, la especificidad o no del deporte y el ámbito deportivo en el cual se desarrollar.
El niño/a debe desarrollar una actividad física que sea satisfactoria para él según sus motivaciones, esto no supone la obligatoriedad de buscar el máximo rendimiento, pues el deporte se puede realizar de muchas maneras y perseguir diferentes objetivos.
Al hablar de edad de iniciación deportiva es preciso distinguir entre la edad adecuada para el inicio de la práctica deportiva y la edad de especialización, momento en que el niño/a se concentra exclusivamente en un deporte pensando en obtener una alta prestación.

LOS NIÑOS NECESITAN SER FELICES, NO SER LOS MEJORES

Todos los niños son distintos, aunque reciban la misma educación; nunca son iguales, cada uno tiene necesidades diferentes y una personalidad propia.
Muchas veces, en nuestro afán de querer imponerles nuestros modelos o ideales, cometemos el error de compararlos. Esta comparación, puede provocar en ellos una baja estima que genere miedos e inseguridades.
Por eso, no es extraño que en las últimas décadas muchos padres hayan asumido un modelo de educación sustentado en la hiperpaternidad.
Estas inseguridades pueden interferir en el desarrollo de sus habilidades y las posibilidades de expresar sus aprendizajes, por el temor a no cumplir con las expectativas que los adultos tenemos, en una sociedad donde parece que nada es suficiente y tenemos la sensación de que si no nos ponemos las pilas, nos quedaremos rápidamente atrás, siendo barridos por los nuevos adelantos.
Se trata de padres que desean que sus hijos estén preparados para la vida, pero no en el sentido más amplio del término sino en el más restringido y con una sola meta: quieren que sus hijos sean los mejores.
Y lo peor de todo es que creen que lo hacen "por su bien".
El principal problema de este modelo educativo es que añade una presión innecesaria sobre los pequeños, una presión que termina arrebatándoles su infancia y crea a adultos emocionalmente rotos.
Los peligros de empujar a los niños al éxito
Bajo presión, la mayoría de los niños son obedientes y pueden llegar a alcanzar los resultados que sus padres les piden pero, a la larga, de esta forma solo se consigue limitar su pensamiento autónomo y las habilidades que le pueden conducir al éxito real.
Si no le damos espacio y libertad para encontrar su propio camino porque le colmamos de expectativas, el niño no podrá tomar sus propias decisiones, experimentar y desarrollar su identidad.
Por eso, pretender que los niños sean los mejores encierra graves peligros:
- Genera una presión innecesaria que les arrebata su infancia.
La infancia es un periodo de aprendizaje, pero también de alegría y diversión. Los niños deben aprender de manera divertida, deben equivocarse, perder el tiempo, dejar volar su imaginación y pasar tiempo con otros niños. Esperar que los niños sean “siempre los mejores” terminará arrebatándoles su infancia.
- Provoca una pérdida de la motivación intrínseca y el placer.
Cuando los padres se centran más en los resultados que en el esfuerzo, el niño perderá la motivación intrínseca porque comprenderá que cuenta más el resultado que el camino que ha seguido. Por tanto, aumentan las probabilidades de que cometa fraude en el colegio, porque habrá perdido el interés por el camino, y sólo buscará el resultado.
- Planta la semilla del miedo al fracaso.
El miedo al fracaso es una de las sensaciones más limitantes que podemos experimentar. Y esta sensación está íntimamente vinculada con la concepción que tengamos sobre el éxito.
Por tanto, empujar a los niños desde temprano al éxito a menudo solo sirve para plantar en ellos la semilla del miedo al fracaso y que acaben siendo mediocres por ese temor a no lograr lo que se proponen.
- Genera una pérdida de autoestima.
Muchas de las personas más exitosas, profesionalmente hablando, no son seguras de sí. De hecho, muchas supermodelos, por ejemplo, han confesado que creen que son feas o están gordas, cuando en realidad son iconos de belleza.
Esto sucede porque el nivel de perfeccionismo al que siempre han estado sometidas les hace creer que nunca será suficiente y que basta el más mínimo error para que los demás las desprecien, y acabarán viviendo al pendientes de las opiniones de los demás.
¿Qué debe saber realmente un niño?
Los niños no necesitan ser los mejores, solo necesitan ser felices. Por eso, solo debes cerciorarte de que tu hijo sepa:
- Que es amado, de forma incondicional y en todo momento, sin importar los errores que cometa.
- Que está a salvo, que le protegerás y apoyarás siempre que puedas.
- Que puede hacer el tonto, perder el tiempo fantaseando y jugar con sus amigos.
- Que puede elegir lo que más le gusta y dedicarse a esa pasión, sin importar de qué se trate. Que puede pasar su tiempo libre haciendo collares de flores o pintando gatos con seis patas si es lo que le apetece, en vez de practicar la fonética o el cálculo.
- Que es una persona especial y maravillosa, al igual que muchas otras personas en el mundo.
- Que merece respeto y que debe respetar los derechos de los demás.
http://www.elclubdeloslibrosperdidos.org/2018/06/los-ninos-necesitan-ser-felices-no-ser.html
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EL DEPORTE COMO MEDIO DE INTEGRACIÓN


En muchas ocasiones los docentes no sabemos cómo actuar ante situaciones de discriminación o burla. O simplemente nos encontramos perdidos en el reto de intentar dar respuesta a la diversidad presente actualmente en nuestras aulas.

El área de Educación Física, tradicionalmente desvalorizada en el currículum escolar, representa una materia de gran importancia a la hora de afrontar conflictos y construir relaciones colaborativas que permitan llevar a cabo una inclusión social en nuestros grupos de clase.

Optar por el desarrollo de una deporte que apuesta por la inclusión social y educativa, significa dotar de un valor añadido al proceso de enseñanza-aprendizaje que llevamos a cabo desde los clubes.
Un deporte inclusivo es aquel en la que todo el alumnado tiene garantizado el acceso a la totalidad de los contenidos del currículum en cualquiera de las acciones formativas que se realizan por parte de los clubes deportivos, además de garantizar la participación de todo el alumnado en su desarrollo.

En el ámbito deportivo, las y los profesionales de educación física, no podemos quedar al margen de los procesos de construcción de una escuela inclusiva, en este sentido, desde el área de educación física, debemos orientar nuestros contenidos y nuestras sesiones hacia el desarrollo de valores y actitudes que potencien procesos de educación inclusiva.

La actividad física, influye directamente en el desarrollo físico y motor de quien la practica, pero además genera beneficios relacionados con el ámbito social, repercutiendo en la adaptación de las personas a su entorno, generando una población saludable y activa, y potenciando los valores de responsabilidad personal y colectiva en el desarrollo social, a través de distintos deportes y juegos pre-deportivos.

Hablar de inclusión social, nos lleva inevitablemente a pensar en deporte y actividad física adaptada, pero la inclusión educativa transciende esa barrera construida en torno a las capacidades y discapacidades, para fijar su influencia en el reconocimiento de toda la diversidad existente en el aula y dar respuesta a esta a través de distintas actividades.

Como docentes no debemos olvidarnos de utilizar estrategias educativas como la que se desarrolla con la puesta en marcha de “la alumna o alumno tutor”, donde estudiantes más avanzados tratan de colaborar ayudando a aquellas compañeras y compañeros que necesitan apoyo durante los juegos y actividades físicas que se proponen. Una estrategia que resulta muy beneficiosa en el trabajo con personas con movilidad reducida o dificultades de visión; la flexibilización del currículum debe convertirse en otro de nuestros objetivos a la hora de plantear actividades, modificando las reglas y normativas de los deportes y juegos deportivos propuestos en clase, teniendo en cuenta de esta forma toda la diversidad presente en nuestro aula; además, el fomento de actitudes positivas hacia la diversidad y las diferentes capacidades físicas de compañeras y compañeros, es un objetivo primordial que podemos trabajar desde los juegos de cooperación o de cooperación-oposición en equipo.

En los últimos años, el número de iniciativas de inclusión social que centran su intervención en el desarrollo de actividades deportivas ha crecido notablemente, convirtiéndose en una línea de futuro en el trabajo con colectivos socialmente excluidos.

Más allá de la escuela, la puesta en marcha de iniciativas de inclusión social centradas en la actividad física y deportiva, es uno de los grandes campos desde los que trabajar la inclusión social y educativa.